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Muhammed, un nómada por terror

  • Foto del escritor: Alejandra Sánchez
    Alejandra Sánchez
  • 7 jun 2024
  • 7 Min. de lectura

En una casa encerrado y sin nada que comer, en un bote con cientos de personas sin saber a dónde se dirigía, o en un nuevo país sin papeles y con 45 euros por mes para sobrevivir. Son estos los escenarios que recuerda, cuando las lágrimas se deslizan por su mejilla mientras relata los hechos que lo obligaron a luchar por supervivencia. Recorrer el Mediterráneo sin conocer su rumbo, sería el golpe de suerte que le daría una nueva vida.


Kidal es el lugar que lo crio por 15 años y al que vio sufrir a manos de grupos armados independentistas, combatientes yihadistas y agrupaciones terroristas. Una pequeña población en la región desértica del norte de Malí, África.


La comuna está ubicada dentro del territorio que el Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad reclama como Estado Nación independiente del Azawad, reclamación que no ha sido reconocida por la comunidad internacional. 


Muhammed, quien no quiso revelar su apellido, habla tamasheq de las lenguas tuaregs (Tadghaq como dialecto de su región), italiano y muy poco inglés, hoy en día trabaja como repartidor en una pizzería de la pequeña isla Malta, tiene 23 años y quisiera hacer una maestría en Administración de negocios. 


Suenan las vibraciones y el tono que da el aviso de que alguien ha escrito al chat en el celular. Sus mensajes revelan lo que hay detrás de esa pantalla, pero que él no deja ver físicamente. Se nota retraído en sus expresiones, pero afirma con seguridad los hechos explícitos del suceso que le permitió parar en el pequeño país de los malteses.


La siguiente conversación está escrita textualmente como Muhammed relató a la entrevistadora los hechos para no que no se perdieran los detalles de su historia y para evidenciar sus expresiones y su nivel de inglés. Algunas preguntas se produjeron a medida de la conversación y fueron mediadas por un italiano quien traducía las palabras que el africano se veía impedido a decir en inglés.


¿Qué circunstancias te forzaron a irte de tu ciudad y tu país?


Yo tenía 15 años cuando estaba viviendo en Kidal, una ciudad pequeña y tranquila de 25.000 habitantes. Hasta que en el 2011, un grupo terrorista comenzó una guerra local, con fines económicos, obligándome a irme Nigeria, donde vivía mi tío.


¿Qué encontraste en Nigeria? ¿Cómo fue tu estadía allá?


Conseguí trabajo en el campo, pero después de cuatro meses, me di cuenta de que el salario que ganaba no era suficiente para sobrevivir.


Entonces, ¿qué hiciste cuanto te percataste de ello?


Me fui a Libia con un grupo de amigos y conseguí trabajo como soldador. 


¿Cómo te fue con eso?


Los primeros meses fueron increíbles. Empecé a creer que había esperanza para un buen futuro, hasta que empezó una guerra real. Nos vimos obligados a permanecer encerrados en la casa para no ser asesinados por terroristas, pero el hambre comenzó a sentirse. Llevábamos cinco días enclaustrados sin comer… el hambre estaba matándonos.


¿Cómo pudieron, tú y tus amigos, escapar de Libia, la guerra y el terrorismo?


Ellos no lo lograron, y aún ahora no me siento completamente a salvo. Un día, yo tomé el valor de intentar salir. Mis amigos intentaron convencerme de quedarme en casa, me dijeron “si sales, te pueden disparar”, pero yo les respondí: “prefiero dos disparos de un rifle y morir instantáneamente, que quedarme callado y morir de hambre lentamente”.


¿Qué pasó después de que saliste de casa? ¿Lograste escapar?


No, apenas era el comienzo. Cuando iba de vuelta a casa, los militares libios me detuvieron y me preguntaron qué estaba haciendo, yo respondí que estaba buscando algo para comer, que tenía hambre y no podía quedarme en casa y morir lentamente. Me apuntó con su rifle y me llevó con él. Yo no podía creer que los soldados, que se supone debían ayudarme, se estaban aprovechando de mí.


Después de dos días de viaje en una van, llegué a un puerto sin saber dónde era y dónde estábamos, me hicieron hacer una fila con cientos de personas y militares amenazándonos con sus rifles – justo como los alemanes con los judíos – y nos subieron a un bote. Pensé que éramos demasiados para estar todos allí metidos. Partimos.


¿A dónde llegaste?


Creí que era el fin: “me estoy muriendo”, pensé. Después de dos días y una noche en el barco, en tan malas condiciones que ni siquiera podía ir al baño, escuché a una persona gritando: “Italia, Italia”. No creí que eso era cierto hasta que nos bajamos del bote y nos dejaron comer. Tomamos un baño y nos dieron una tarjeta sim de celular para llamar a casa. Después de una semana, me mudé a Palermo, donde viví  por dos años, esperando recibir los documentos necesarios para vivir allá. No nos trataban mal. Nos preparaban para comer y nos daban ropa y 45 euros por mes. Habían dicho que nos darían 45 euros por día, pero el resto tenía que ser utilizado para pagar los documentos y lo que costaba la alimentación.


Finalmente, ¿obtuviste tus documentos?


Sí y apenas los recibí, me mudé a Trapani, donde encontré trabajo. Después de seis meses, pude contactar a un amigo que vivía en Malta. Persuadí a mis amigos de Trapani para mudarnos allá, ya que las condiciones de vida serían mucho mejores en la isla. Ahora estoy aquí, viviendo en Marsa, Malta.


¿Cómo te tratan las personas en Malta?


Todo ha estado bien hasta ahora. A veces escucho que dicen que sienten que estamos dañando su país, porque estamos volviendo a Malta más inseguro, pero en general, las personas son queridas y a veces algunas leyes nos ayudan a vivir bien. Además, es fácil trabajar aquí con algunas compañías o locales que no les importan los documentos, solo necesitan alguien que trabaje. Pero no puedes tener un trabajo legal, tal vez si eres refugiado y no inmigrante.


¿Tu familia sigue en Kidal? ¿Has vuelto a hablar con ellos?


Mis padres se quedaronen Kidal para pelear contra las personas que querían quitarnos nuestro hogar, y ellos no querían que eso ocurriera, pero después de que todo pasó, se fuerona Nigeria y se quedaron allá. No he hablado con ellos después de Italia, es un poco difícil para mí contactarlos.


Si pudieras elegir un lugar para estar ahora, ¿dónde sería?


Me siento seguro aquí en Malta, aún extraño mi hogar, pero no quiero volver, no es un buen lugar para mi futuro, tiene muchos problemas. Estoy acostumbrado a lugares pequeños y tranquilos, entonces Malta me recuerda a mi casa, pero esta isla es mejor.


¿Consideras que el terrorismo se está expandiendo por el mundo y esto podría afectar tu nueva vida en Europa?


Como dije, no me siento 100% seguro. Porque ahora hay terrorismo en todas partes. Rezo todoslos días para no tener que mudarme de nuevo y para que Malta esté libre de esa guerra y de malas personas que no les importa nadie más que ellos mismos. Rezo para detener la guerra y el terrorismo, para detener a personas forzando a otras de sus hogares.


¿Cuál fue la peor situación que tuviste que enfrentar?


Después de dejar a mis padres y dejar a mis amigos en Nigeria, la peor situación fue ver a un soldado violar a una niña en frente de todos nosotros, ella era de mi comunidad y estaba gritando. No podíamos hacer nada o ellos podían matarnos.


Si tuvieras la posibilidad de hablar con un terrorista, ¿qué le dirías?


Le diría que ellos están arruinando nuestro futuro y el de ellos mismos, y el futuro del mundo, pero no podría decir nada más.


¿Qué esperas para tu futuro?


Solo me quiero sentir seguro, tener dónde dormir, comer y trabajar, sin pensar que alguien puede venir un día y hacerme sentir miedo y sacarme de mi casa otra vez. Quiero estudiar, tener mi propia familia y sentir que soy parte de este país y no un intruso.


“The Rock”, ese es el nombre que recibe Malta por muchos de los aproximadamente 3.000 migrantes que proceden de África y se encuentran en el Mediterráneo hoy en día. En mitad de camino entre Libia e Italia, la histórica isla se convirtió en una parada obligatoria en sus caminos o en una nueva estadía. Originarios en un 80% de Somalia, pero también de Sudán, Eritrea, Etiopía y Malí, entre otros, huían de la guerra, de hambrunas y enfermedades.


Tantas personas que sufrieron atracos, agresiones, violaciones, la muerte de amigos o incluso reclusión en la cárcel en Libia antes de embarcarse en un bote de madera rumbo a Europa, tuvieron que atravesar un largo camino de desiertos y tropiezos, en los que sorteaban a todas esas diversas bandas armadas y a los policías y militares corruptos y salvajes de varios países.


Open Centres, así se llaman los recintos que habitan estas personas que superaron el trayecto África-Malta y que son reconocidos como refugiados. Aquellas personas que viven en ellos pueden entrar y salir libremente, tienen una litera, unas raciones de comida y una cantidad simbólica de dinero por semana.


En Malta existen cinco Open Centres, y el más cercano a la capital, La Valeta, se encuentra en una ciudad llamada Marsa. Los otros cuatro están en una zona que lleva el nombre de Hal Far, situada entre el aeropuerto, una base militar, un pequeño pueblo turístico, un gran puerto de mercancías y el mar.


De países en conflicto es que han huido la mayor parte de los migrantes que terminan en Malta. Como refugiados se reconoce a un pequeño porcentaje. El resto se incluye dentro del grupo de personas solicitantes de asilo. Casi todos tienen un carné especial que solo es válido para Malta, y les da derecho a trabajar, a la sanidad y a salir de la isla durante tres meses al año.


Esa es la situación de Muhammed, la vida le ha dado la posibilidad de vivir en 316 kilómetros cuadrados, rodeado de 400.000 habitantes, y es la primera vez que no se siente preso y que ve una esperanza a su futuro profesional y personal, a pesar de las dificultades que a veces representa el título de inmigrante en las leyes internacionales.


Muchos no cuentan con la suficiente cantidad de dinero para abandonar los Open Centres, ni para salir del país durante los tres meses al año que tienen permitidos. Sin embargo, intentar viajar y establecerse en otro país, les causa deportación de vuelta a la isla si son descubiertos por la policía después de que el tiempo máximo establecido ha transcurrido.


Las Naciones Unidas no han dejado a un lado esta causa. Realizaron un programa que busca, poco a poco, países de acogida para los inmigrantes a los que se les concedió la categoría de refugiados.


Malta es un lugar de muchos en esa fortaleza llamada Europa, donde las fronteras físicas se derrumban, mientras las fronteras burocráticas se alzan enormes ante los inmigrantes que solo quieren atravesarlas para cambiar sus vidas, establecerse en un nuevo lugar y dejar de ser nómadas por terror.


 
 
 

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