La Nueva Jerusalén
- Alejandra Sánchez
- 6 jun 2024
- 2 Min. de lectura
Un pasadizo estrecho al lado de la panadería Troquipan en el barrio París, en Bello, da entrada a la Nueva Jerusalén; nadie sabe por qué la bautizaron de esa manera, pero lo que sí es seguro es que cuando entra Cristian a este asentamiento pareciera que hablamos del nuevo redentor.
En 2013, Cristian y su esposa llegaron con su fundación Conciencia a esta zona de invasión, que ha sido olvidada por el Estado y afectada por la violencia; una tierra de nadie, o más bien, de las bandas criminales. “No venimos acá a ser la solución, pero queremos ser parte de ella”.
Llegas con él y escuchas que gritan su nombre, que lo saludan, lo apodan “profe” y vienen con abrazos y una mirada de idolatría hacia él. Su misión es especial: quiere que los niños de la Nueva Jerusalén, en vez de soñar con ser alguien en un futuro para poder llegar a Medellín, sueñen con ser alguien para hacer crecer su propia comunidad. Les enseña a apropiarse de su tierra, para que ellos cuando crezcan le enseñen a la nueva infancia a hacer lo mismo.
“Solo me iba a quedar 3 meses, luego lo aplacé a 6 meses, después a un año y, 11 años después, acá seguimos”. Uno entiende cuando llega allá por qué nunca se fueron. A la fundación, que está construida muy cerca al depósito de Osvaldo, entras lleno de abrazos y de sonrisas cálidas que te hacen sentir parte.
Tienen clases de inglés, de baile, una huerta, limpiezas al territorio, almuerzos de lunes a sábado, entre muchos otros proyectos que impulsan la transformación de este barrio y el futuro de estos pequeños.
Son 350 niños que, a pesar de sus duras historias de vida a tan corta edad, están llenos de amor, porque como me dijo Cristian en varias ocasiones: lo que nos mueve es el amor. Solo así una Nueva Jerusalén será testigo de una nueva resurrección, un nuevo renacer.

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