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Coleccionista de recuerdos: un museo oculto en el Centro de Medellín

  • Foto del escritor: Alejandra Sánchez
    Alejandra Sánchez
  • 5 jun 2024
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 12 jun 2024

A sus 63 años no necesita buscar en los recovecos de su mente aquellos viejos sueños infantiles. Hoy, Maria Eugenia Echeverri Gómez puede recordar su pasado recorriendo todos los pasillos de su casa, que se convirtió en un museo oculto en el Centro de Medellín.


“No es una colección, lo que pasa es que yo tenía mis cosas y ellas fueron envejeciendo conmigo y todos nos volvimos antiguos”. Al abrirme la puerta, descubro que además de los objetos de su infancia, también conserva su juventud. Su pelo dorado resalta sobre el traje negro que lleva puesto.


El apartamento que había tras esas puertas transportaba a quien entraba a tiempos remotos, a épocas y generaciones que muchos recuerdan y que otros, como yo, no vivieron, pero que hemos conocido a través de la historia.


Maria Eugenia nació en 1952 y hoy es comerciante y ama de casa. Búcaros es el nombre del edificio donde se oculta esta joya del coleccionismo en plena Avenida la Playa de La Candelaria en Medellín. Allí, en el piso 12, vive con sus padres, Blanca Gómez y Rafael Echeverri; su hija menor, Natalia; y su nieto, José Miguel, de ocho años. Esta es su tercera vivienda, después de haber pasado por otras en Belén y Laureles, a todas las que ha trasladado sus colecciones.


Desde siempre tuvo esta afición, incluso antes de ser consciente de que lo estaba haciendo. La herencia es de su padre; ese deseo de guardar cada detalle que los remita a su historia, que les recuerde de dónde vienen, lo saco de su padre.


El primer televisor que llegó a Colombia, en la época de Rojas Pinilla, es uno de los objetos más importantes de la colección y fue conservado por Rafael, de 86 años, entre otros artículos interesantes como una colección de gramófonos, otra de sacapuntas, rocolas, planchas, oratorios y hasta obras consideradas patrimonios culturales. Lo más increíble es que todo aún funciona.


María Eugenia, una persona estrictamente organizada y cuidadosa, vio desde pequeña que valía la pena recolectar estas cosas y comenzó a recopilarlas pidiéndoselas a él y a sus tías oriundos de Caramanta, Antioquia.


“Siempre había escuchado las frases ‘recordar es vivir’ y ‘todo tiempo pasado es mejor’, pero cuando conocí realmente a María Eugenia les encontré sentido”. Afirma Sonia Gómez, su prima, después de visitar su casa. “Ese apego que tiene ella a cada papel, cada objeto, cada foto, la hace vivir con el pasado muy presente. Es tanto su afán de tener todos estos recuerdos permanentes que hasta la muerte fatal de su hijo se ha convertido un motivo más para conservar; le montó un altar, reunió un collage de sus fotos y recortes de periódicos con la noticia de su trágico fallecimiento, como para que tampoco se le olvide”.


María Eugenia recordaba con felicidad su infancia, su adolescencia, la música y sus versos, sus hijos, todo su pasado, pero no aquella noticia que recibió 29 meses atrás después de responder al sonido agudo de ese teléfono móvil que estaba estrenando y que traía consigo una llamada sórdida.


Los colores desaparecieron de su vida, literalmente, desde que su hijo fue asesinado de manera abrupta. El negro la acompaña en sus prendas diarias desde hace 915 días que fue su muerte, y su vestimenta llamativa, está guardada en un rincón que no desea tocar hasta quién sabe cuándo.


Christian Camilo era un tesoro para ella, otro de sus apegos, y su habitación otra de sus ‘colecciones’, pues la mantuvo intacta hasta que Natalia tuvo que trasladarse allí. “A mí me gusta más el pasado, y yo con esto me aferro más a él. El futuro no lo veo muy claro y me da miedo. Pensar en el futuro es pensar en la muerte y no me gusta”, asegura Maria Eugenia temerosa.


Cualquiera puede hacerlo: ir a Facebook, buscar su nombre, meterse a su perfil, dar clic en cualquiera de sus fotos y viajar en el tiempo. Echando una mirada minuciosa en un recorrido lento por cada rincón del hogar, se observan juguetes, perfumes, fotos, ropa, telegramas, invitaciones, notas de colegio, entre muchos otros objetos de antaño.


“Y qué decir de la vida de sus hijos; tiene más de 120 álbumes donde acumula desde mechones de cabellos, primeros dientes, uñas, hasta ropa y juguetes, en fin, todo lo que para ella marcó parte de su desarrollo”, dice Sonia después de salir del apartamento, “esta casa es como un museo”, concluye.


En la Medellín de los 60, los jóvenes tenían ideales libertarios, querían un mundo más abierto, protestaban contra la guerra y la discriminación, y transitaban las calles con tendencias hippies o a la espera de conciertos de rock. María Eugenia era una de esas.


En el círculo cercano de Echeverri, los adolescentes iban a una heladería que se llamaba Moribal y estaba situada al frente de su casa en Laureles. Los Yetis, banda de rock reconocida en la época, siempre remataba sus conciertos allá y la policía cerraba la calle.


Su papá enfurecía celoso porque llegaban esos ‘peludos’, como los llamaba, y cerraba las cortinas. Sin embargo, Maria Eugenia y su hermano, Luis, siempre estaban aguardando su llegada.


Un día, Rafael entró al baño mientras los artistas estaban afuera junto con su fanaticada abrazándolos. Los pequeños corrieron hacia afuera, antes de que su papá saliera. María Eugenia llevaba un cartón para anotar el autógrafo de todos, y cuando se los pidió, el último, Juancho López, se quedó mirándola y le dijo: ‘¡Uy! Qué niña más linda’, ella perpleja y sonrojada, fue de vuelta a casa sin que su padre se diera cuenta de lo que había pasado.


Muchos años después, sentada en un sillón y mirándome a los ojos, habla de un solo amor de tantos que tuvo: el actual. Su nuevo novio, el reconocido Juancho López, es ese mismo miembro del grupo musical que amó en su juventud, el primero de rock and roll de Colombia, que la ruborizó hace tanto tiempo frente a la heladería de su infancia. De él también tiene decenas de recuerdos guardados en un baúl. Su padre, sobreprotector, todavía no la deja llegar a su casa después de las nueve de la noche.


La coleccionista se separó hace 25 años de una pareja que la hizo renunciar a sus estudios en Comunicación Social en la UPB hace 40 años. Sin embargo, ama la radio. Tuvo programa en RCN, llamado ‘La vieja nueva ola’; otro en Radio bolivariana, llamado ‘Generación 60’; y ‘Juventud de ayer’, en Cámara de comercio.


Es una fiel creyente de las ánimas del purgatorio. Su abuelo, Obdulio, que era conservador, ganadero y trabajaba en la Contraloría en Caramanta, siempre les decía que cuando salieran a la calle le pidieran a estas que los cuidaran, porque a él lo habían salvado cuando viajó solo a una vereda y a la mañana siguiente le adirtieron que lo iban a matar, pero que vieron mucha gente con él y no lo hicieron. "Eran las ánimas", asegura ella. "Desde ahí nos inculcó mucho eso, incluso les pido que cuiden todas las cosas que he guardado".


Una coleccionista de recuerdos que ve el terreno del mañana muy inseguro, su futuro es una hoja en blanco. Sin embargo, ya ha empezado a planear quién puede heredar este museo, pero ha sido una tarea difícil. Su hija se negó a hacerlo y entidades como el museo El Castillo también. No tiene un objeto preferido, pero si pierde cualquiera de ellos sentiría la misma tristeza. Por eso, su nieto, José Miguel, la alegró hace unos días, cuando le dijo que quería ser el heredero.


María Eugenia en su programa de radio en la Universidad UPB.


Rocola.


María Eugenia usaba un cuaderno para anotar sus canciones y éxitos preferidos del momento.


Máquina de escribir.


Tocadiscos.


Luis, su hermano, viajaba Costa Rica con uno de sus cuadros y fue rechazado el viaje de este objeto por ser patrimonio cultural.


Disco del grupo musical Los Yetis.


Todos los juguetes de su infancia, cigarrillos, perfumes, entre otras cosas.


Cáramas y atrás botellas de leche, y otros objetos como planchas, relojes y libros antiguos.


Oratorio de su abuela Clara Inés, con sus iniciales.


Gramófono.


Telegrama.


Primer televisor en Colombia.


Periódico en los años 50.

 
 
 

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